El
aumento de peso no sucede de la noche a la mañana, pero a veces parece que sí.
Un día podrías ponerte tus pantalones favoritos y descubrir que simplemente ya
no te quedan. ¿Estás subiendo de peso, o sólo estás inflamada? Aunque estés
deseando por la última, hay un pequeño cuestionario que podría resolver todas
tus dudas.
¿Mi estilo de vida ha cambiado? Antes
que nada, deberías reflexionar si el aumento de peso es siquiera una
posibilidad. ¿Han cambiado tus patrones de alimentación? ¿Ejercicio? ¿Niveles
de estrés? Incluso los cambios más pequeños (como dormir una hora menos) pueden
afectar tu peso.
¿Cómo me veo en la mañana? Cuando
te despiertes, vete en un espejo. No con una actitud criticona, sino con una
perspectiva de ver cómo está funcionando tu cuerpo. Lo que pasa es que, al
despertar, nuestra comida ya no está en nuestro estómago, sino en los
intestinos, así que es casi imposible sentirse inflamada. Si te ves en el
espejo, y aún así te ves más “llenita” que la noche anterior, seguramente estás
inflamada.
¿Cómo me veo antes de comer? La
inflamación suele suceder después de las comidas y cambios durante el día. Así
que, si te sientes muy llena e inflamada después de comer, seguro esa sensación
desaparecerá poco a poco.
¿Ya mero se acerca mi menstruación? Ah,
por supuesto, tu menstruación puede ser la culpable. Durante tu ciclo
menstrual, suceden muchos cambios hormonales, especialmente de estrógeno y
progesterona, los cuales pueden provocar retención de líquidos. Y eso
desaparecerá poco a poco también.
¿Dónde está el peso? Cuando
subes de peso, raramente se concentra en un área. Se expande en el estómago,
muslos, pompas, brazos, rostro, etc. Aunque lo notarás primero en una zona en
específico, la inflamación sólo sucede en el abdomen.
¿Cuándo fue la última vez que fui al baño? Si
no has evacuado, tu cuerpo se sentirá más pesado. Y también puede expandir tu
estómago… aunque no lo creas. ¿Estreñida? No te preocupes, no estás subiendo de
peso, tal vez sólo estés inflamada.
¿De qué color es mi orina? Tu
orina debería ser de un color “limonada” claro. No necesita ser blanco ni muy
amarillo. Si está casi naranja, estás deshidratada, lo cual podría indicar
inflamación. Y si tu orina es muy clara, casi transparente, es porque estás
tomando mucha agua.
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